¿Qué pasa cuando el diagnóstico en salud mental deja de ser una herramienta y se vuelve una etiqueta que duele?
Cada vez más personas llegan a consulta psicológica con un diagnóstico ya dado: depresión, ansiedad, trastorno de pánico, trastornos del estado de ánimo. A veces, ponerle nombre al malestar puede ser un alivio. Otras veces, esa palabra se siente como una sentencia.
¿Qué historia queda afuera cuando solo miramos la etiqueta clínica?
En este artículo hablamos sobre:
- ¿Por qué es importante hablar del diagnóstico psicológico?
- El diagnóstico no es una sentencia
- Un ejemplo clínico: lo que el diagnóstico no cuenta
- Más allá del diagnóstico: hacia una psicología con perspectiva social
- ¿Y si pensamos el diagnóstico como una conversación?
- Salud mental, derechos y subjetividad
- Para cerrar: el diagnóstico como inicio, no como destino
¿Por qué es importante hablar del diagnóstico psicológico?
Diagnosticar no es simplemente nombrar un malestar: es elegir una forma de leerlo. Para algunas personas, esa lectura abre caminos. Para otras, puede cerrarlos y generar más dolor.
Un diagnóstico sin contexto puede limitar el acompañamiento terapéutico y, en algunos casos, convertirse en una forma sutil de violencia simbólica. Como plantea Bourdieu (1999), las palabras tienen poder: pueden alojar, pero también reducir.
“El malestar humano no siempre es patológico. Está situado en vínculos, experiencias y condiciones materiales.”
El diagnóstico no es una sentencia
Un diagnóstico puede ser una brújula útil para comenzar a comprender el sufrimiento, pero nunca debería convertirse en un destino fijo. Cuando se impone sin escucha profunda ni sensibilidad clínica, corre el riesgo de volverse una etiqueta rígida que borra matices.
🔹 No toda angustia es una enfermedad.
🔹 A veces, lo que llamamos síntoma es una forma de sobrevivir.
Como afirma Silvia Bleichmar (2005), el síntoma no es un enemigo a eliminar, sino un mensaje que merece ser interpretado.
Un ejemplo clínico: lo que el diagnóstico no cuenta
Lucía (nombre ficticio), de 34 años, llegó a consulta con un diagnóstico de trastorno de ansiedad generalizada. Sentía culpa por no poder “controlarse”, tomaba medicación, pero su malestar persistía.
Durante el proceso terapéutico aparecieron historias de violencia de género, una crianza en soledad y la reciente pérdida de su trabajo. En ese contexto, su ansiedad no era una falla, sino una forma de alerta frente a lo vivido.
No se trataba solo de calmar un síntoma. Se trataba de reparar el derecho a ser escuchada.
Más allá del diagnóstico: hacia una psicología con perspectiva social
Desde un enfoque relacional, comunitario y sistémico, el síntoma no está solo “dentro” de la persona. Es expresión de la red en la que vive: vínculos, comunidad, historia, trabajo, condiciones de existencia.
- Individualizar lo colectivo es una de las trampas más frecuentes en salud mental.
- Un enfoque ético implica no patologizar lo adaptativo ni silenciar lo social.
Como señala Maritza Montero (2004), una psicología comprometida no puede escindir lo personal de lo estructural.
¿Y si pensamos el diagnóstico como una conversación?
No se trata de dejar de diagnosticar. El diagnóstico psicológico puede ser una herramienta clínica valiosa: orienta tratamientos, facilita el acceso a recursos y puede ser un primer alivio al nombrar un malestar. Sin embargo, cuando se aplica sin una escucha profunda o descontextualizado, corre el riesgo de volverse una etiqueta que duele más que ayuda.
En la práctica clínica cotidiana, muchas personas llegan a consulta con diagnósticos que no reflejan su historia completa. Acompañarlas implica no solo aplicar categorías, sino comprender procesos complejos y singulares. En este sentido, el síntoma, aunque molesto, cumple una función psíquica importante. No se trata de negar la intervención clínica, sino de pensar qué lugar ocupa en la trama vital de la persona.
Por eso, un enfoque ético no reemplaza el diagnóstico, sino que lo enriquece, integrando tanto la dimensión clínica como la social para acompañar de manera integral.
Algunas preguntas necesarias:
- ¿Este diagnóstico abre caminos o los cierra?
- ¿Nombra con cuidado o reduce con violencia?
- ¿Responde a la escucha o a una grilla?
Para quienes trabajamos en salud mental, implica diagnosticar con ética, comprender antes que clasificar, e integrar lo clínico con lo social (Favelukes, 2022).
Salud mental, derechos y subjetividad
Hablar de salud mental hoy implica considerar múltiples dimensiones:
- Género y roles sociales
- Desigualdades estructurales
- Condiciones materiales de vida
- Trayectorias subjetivas singulares
Como plantea Catherine Walsh (2012), nombrar no es un acto neutral. Cada vez que usamos un diagnóstico, decidimos qué historia se visibiliza… y cuál se deja afuera.
Una psicología con enfoque de derechos se pregunta: ¿a quién le sirve este diagnóstico? ¿Qué voces no está escuchando?
Para cerrar: el diagnóstico como inicio, no como destino
Este texto invita a usar el diagnóstico con cuidado. Que sea una puerta, no una pared. Que nombre sin borrar. Que acompañe sin reducir.
Porque el diagnóstico, dicho sin cuidado, puede doler.
Pero dicho con humanidad, puede ser el primer paso para sanar.
No sos tu diagnóstico. Sos una persona entera, con historia, con fuerza y con derecho a ser escuchada en toda tu complejidad.
Referencias y Recursos
- Bourdieu, P. (1999). La dominación masculina. Anagrama.
- Bleichmar, S. (2005). La fundación de lo inconsciente. Paidós.
- Montero, M. (2004). Introducción a la psicología comunitaria. Paidós.
- Martín-Baró, I. (1998). Psicología de la liberación. Trotta.
- Cecchini, M. & Korman, G. (2015). Clínica con niñxs y adolescentes. Noveduc.
- Favelukes, M. (2022). ¿Quién cuida a quién?. Tinta Limón.
- Walsh, C. (2012). Interculturalidad, descolonización del Estado y del conocimiento. Abya-Yala.
- Ulloa, F. (2007). La clínica del testimonio. EUDEBA.
- Watters, E. (2010). Crazy Like Us: The Globalization of the American Psyche. Free Press.